LATINO PRESS® DETROIT; MAYO 7, 2015
Comunidad de México
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IMPACTO EN LA VIDA DE UNA COMUNIDAD
Por Cecilia Híjar para Latino Press
Latino Press se complace en compartir esta historia que ha sido posible gracias al interés, esfuerzo y aportación económica de benefactores estadounidenses encabezados por el abogado retirado Charles Soberman y su esposa, la pintora Linda Soberman, ambos residentes de Bloomfield Hills, Michigan. La pareja Soberman radica gran parte del año en San Miguel Allende en el estado de Guanajuato, México, donde están activos en diferentes proyectos para ayudar a las necesidades locales.
En nombre de Latino Press y de la comunidad hispana de Detroit queremos reconocer el gran esfuerzo de Charles y Linda Soberman, así como a la organización “Computadoras Pro-Jóvenes”, a las personas que hicieron posible este gran proyecto. ¡Muchas gracias!
La historia la publicamos tal como fue escrita por el reportero Jesús Aguado para el periódico Atención San Miguel el pasado mes de marzo.
Una nueva era comienza en San Francisco
De izquierda a derecha: Joyce Wolk, Michael Wolk, Judy Jagdfeld, James Jagdfeld, Charles Soberman y Linda Soberman.
Por Jesús Aguado
El acceso a internet es un derecho humano de acuerdo con la ONU, sin embargo como en muchas comunidades de San Miguel, ese derecho está insatisfecho, debido a que no se cuenta con la infraestructura para acceder y conectarse con el mundo.
Gracias al trabajo de particulares y organizaciones civiles, el derecho de acceso a la red está casi garantizado en la comunidad de San Francisco.
Para la ONU, el internet no sólo permite a los individuos ejercer su derecho de opinión y expresión, sino que también forma parte de sus derechos humanos. De acuerdo con la organización, el acceso a la red debe mantenerse sobre todo en momentos políticos clave como: elecciones, tiempos de intranquilidad social o aniversarios históricos y políticos. Algunas de las violaciones, a quienes tienen el acceso serían el bloqueo web, la desconexión para evitar el acceso o los ataques cibernéticos.
En la comunidad de San Francisco, la gente no sabe que tiene ese derecho, ni siquiera la infraestructura para recibir la señal; hasta la recepción para un celular es “mala”. Y aunque legalmente en México la nueva Ley Federal de Telecomunicaciones les “respeta ese derecho”, como en la mayoría de las 541 comunidades, no existe la infraestructura para la conexión. Para lograr una comunicación mundial, Charles Soberman, con los recursos e infraestructura ha apoyado a los habitantes de San Francisco, quienes entran en una nueva era.
Y es que la conexión a la red ha venido creciendo, según cifras del INEGI, publicadas en 2014, el 40.8 por ciento de la población de Guanajuato (dos millones de personas de seis años hasta 35) se declaró usuaria de internet. El porcentaje de usuarios hace un contraste con el número de hogares que tienen conexión a internet que es únicamente del 24.7 por ciento. Comparado con los datos de 2006 a 2013, hubo un aumento de 11.6 por ciento. No existen datos locales.
San Francisco
La comunidad de San Francisco está ubicada a unos 30 minutos del centro histórico—en taxi o auto particular. Tiene 90 familias con un total de 350 habitantes que se dedican a la albañilería o en la industria en Querétaro. Tienen agua y luz; el drenaje no es problema, tienen fosas sépticas. Hay un recinto preescolar y una escuela primaria a la que acuden diariamente 87 niños de 6 a 12 años. Los niños nunca habían tenido acceso a una computadora y menos a internet; pero su vida comenzó a cambiar hace cinco años.
Charles Soberman, un estadounidense de Michigan que nos cuenta que hace cinco años, él tenía una amiga que enfermó de cáncer, Wendy Salinsky, quien cada semana llevaba comida para abastecer la cocina que Feed The Hungry tiene en ese lugar. Cuando Salinsky enfermó le pidió a Soberman que él llevara las provisiones, y cuando ésta falleció, Soberman continuó con el apoyo.
Hace dos años, Charles trató de introducir computadoras en la escuela primaria Esther Rodríguez Flores, de San Francisco, así como en la de Clavellinas. Las computadoras fueron donadas por la organización Computadoras Pro-Jóvenes (de la que Soberman es también voluntario). Al inicio, hace unos dos años, se instalaron sólo seis computadoras en el salón de sexto grado de primaria y al tiempo que el profesor encargado de grupo impartía sus lecciones, Charles, con su español y habilidades suficientes en computación,enseñaba a los niños sobre cómo utilizar esas máquinas.
En esta comunidad, nadie tiene computadoras en su casa, sólo las hijas de la delegada, quienes ya son universitarias y su padre, Juan, trabaja como jardinero cada seis meses en los Estados Unidos, lo que les ha permitido tener acceso a laptops.
Con el apoyo de amigos y conocidos, Charles Soberman, consideró necesaria la construcción de un salón exclusivo para las clases de computación y por eso propuso a los habitantes y a la directora de la escuela, que si ellos ponían la mano de obra, él donaría el material y fue así como surgió la construcción, que después se ideó no sólo para ser un centro de cómputo, sino un Centro Comunitario y de Computación (CCC; que ahora es una edificación de siete por cinco metros en la que se instalaron diez computadoras para el uso de los habitantes del lugar, y lo más importante es que tienen el acceso a internet (las reglas de uso fueron definidas por un comité de la misma comunidad).
El CCC forma parte de la escuela primaria y en ese espacio, voluntarios de Computadoras Pro-jóvenes y el mismo Soberman enseñarán no únicamente a los niños, sino a los jóvenes y adultos sobre cómo utilizar una computadora por primera vez y cómo hacer un uso correcto del internet y redes sociales con las que finalmente podrán comunicarse de una forma más económica con sus familiares que se encuentran fuera de la comunidad de la ciudad o del país. También aquellos que cuenten con un celular podrán conectarse a través de Wi-fi.
El fin de una era
En una visita a la comunidad, encontré a tres jóvenes (Miguel, Vicente y Reinaldo) quienes jugueteaban con sus celulares bajo la sombra de un árbol. Dijeron que estaban esperando ansiosamente el poder tener acceso a internet “no importa que nos cobren” dijeron. Y es que comentan que “para conectarse al feis, todos los chavillos y nosotros tenemos que ir hasta Corral de Piedras” una comunidad que está a media hora de distancia caminando. En Corral de Piedras hay dos centros donde se pueden conectar a internet y les cobran 12 pesos por hora. Dijeron estar conscientes de que existen más opciones de internet que pueden utilizar para conectarse con el mundo y sobre todo con familiares que viven en Estados Unidos que hace mucho tiempo no ven.
Por su parte, la directora dijo que será un área que ayudará al desarrollo y aprendizaje de los alumnos y agradeció el apoyo. La delegada comenta que con responsabilidad se podrán conectar las personas interesadas, lo que ayudará a seguir conservando la comunidad como un lugar seguro.
La era de la desconexión del mundo, concluyó el 12 de marzo en la comunidad, cuando se hizo la inauguración del Centro Comunitario y Computación; pobladores dieron sus discursos de agradecimiento y esperan poder contar con cursos de capacitación en oficios en el futuro. La escuela organizó bailables y “botanas” para aquellos que apoyaron con su tiempo y dinero para la construcción de este edificio, entre ellos: Judy Jagdfeld y Michael Wolk.